usted no sabe quién soy yo

[short bio]

Nicolás Vargas is a researcher working in the borderland of digital innovation, knowledge production, and equity. The impact of his work has ranged from the Ministry of Education to Peru’s largest business conglomerate.

Nicolás is the co-founder of Chakakuna IMD, an independent research studio working with startups, SMEs, NGOs, and established companies to help them make evidence-based decisions and build research capabilities within their teams.

[bio corta]

Nicolás Vargas Ugalde es investigador en innovación digital, producción de conocimiento y equidad, y el impacto de su trabajo va desde el Ministerio de Educación hasta uno de los grupos empresariales más grande del Perú, Intercorp.

Nicolás es co-fundador de Chakakuna IMD, una agencia independiente de investigación que trabaja con start-ups, pymes y empresas establecidas para ayudarlas a tomar decisiones basadas en evidencia y construir capacidades de investigación en sus equipos.

[bio larga]

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Ahora sí,

la inocencia primaria
del diablo

Trece, digamos que respondí trece. No recuerdo la edad exacta, pero sí la voz de mi papá trece años y no ha hecho nada. Todos nos reímos. Y mi papá continuaba yo a esa edad ya trabajaba. Creo que mientras lo escuchaba me veía reflejado en un espejo, y en la imagen no estaba solo.

Esa broma de cumpleaños se ha convertido en un ritual de todos los años, pero solo es divertida porque el corazón de mi papá es el de un niñín. Mi papá es tímido, humilde, solo puede hablar de sus logros a través de bromas, incapaz de presionarme de ninguna otra manera. Yo a esa edad ya tenía mi taller. Yo a esa edad ya tenía mi terreno. Yo a esa edad ya había techado la casa.

Quizá en esa humildad también está escondida esa terrible idea de que nuestros mayores no han logrado nada, que nos han dado poco, y que nosotros, los hijos del desborde, tenemos que ser mejores que ellos. Yo no quiero ser mejor, yo no podría haberme lanzado fuera de mi pueblo a los 14 años. Yo quiero ser digno de tanto esfuerzo, así que cada año la voz de mi papá holds me accountable en clave de broma.

Nadie crece solo.

somos estudiantes
somos el Perú

Recuerdo con cariño mi educación inicial, esa que uno cree que es irrelevante. Yo estoy seguro que la pasé bien, pero no tan bien como mi mamá. Ella se apuntó a todas las actuaciones del calendario, confeccionó vestuarios de personajes que no conocía, marchó por las calles del distrito celebrando efemérides, y organizó el entusiasmo de otras madres como ella.

Mi mamá no tuvo acceso a educación inicial, así que tenía más derecho que yo a pasarla bien.

Yo aprendí porque ella se divirtió.

Luego tuvimos que ponernos serios para buscar un colegio para mis siguientes años. Mi mamá siempre ha tenido claro que la única herencia que podemos dejarte es tu educación, hijo.

Pasé ese primer grado de primaria en un colegio cuyo nombre nadie sabía pronunciar —nadie, en ninguno de nuestro salones. Más tarde, en la universidad, resolví esa deuda: John Locke. Es [lok], no [luk]. No sé si nos divertíamos tanto en ese colegio, quizá sí por la cantidad de diplomas que tenemos guardados en casa. Mucha declamación coral.

Como fuese, una noche, cerca del cine de Las Palmeras en Los Olivos, nos cruzamos con la Miss Jessica, mi profesora de inicial. Mi mamá tenía una gran sonrisa en los ojos mientras hablaba con ella, le preguntó por su vida y ella nos contó del colegio en el que estaba trabajando. Es en Surco, es lindo, se llama Manuel Polo Jiménez.

Ni mi mamá ni yo habíamos ido a Surco antes. Nosotros vivimos en la orilla norte, y Surco está al sur de Lima. La miss Jessica nos lo había recomendado así que fuimos a visitarlo. El colegio era gigantesco, tanto como los requisitos que nos pidieron para entrar. Tengo clarísimo que ese año incorporé a mi vida la palabra garante y aprendí que mi ingreso a ese colegio dependía de ella. Tuvimos que pasar una serie de pruebas, mi familia y yo. Hubo pruebas académicas y las pasé sin problemas, cosa que animaba a mi mamá para continuar buscando los papeles que necesitábamos para garantizar-nos.

Esto es en el año 1993: ni siquiera el país tenía garantías de nada. No jodan. ¡Qué clase de educación exige garantes!

Estudié en ese colegio desde segundo año de primaria hasta el primero de secundaria. Me fue muy bien académicamente, pero sobre todo recuerdo lo que aprendí en los talleres de electricidad y de serigrafía. Mi familia es de oficios técnicos como la carpintería, así que esos dos cursos me dieron léxico, gramática, sintaxis —me dieron una caja de herramientas para tener una mejor conversación con mi tradición familiar.

Luego, otra vez, hubo que ponerse serios y me cambié a un colegio pre-universitario que se abrió cerca de casa, en Los Olivos. La educación, hijo, es la única herencia que podemos dejarte. Y así fue, ingresé a la universidad, y de regalo, por estar cerca de casa esos años, conocí la amistad que habitaba en la esquina de mi calle, la complicidad en los parques de Los Olivos, la frustración en la cancha de fulbito, y la calidad de los vinos baratos.

conquistadores
de un viejo mundo

Ingresé a la PUCP, y quise irme pero no pude. Mis mejores días en la universidad los pasé haciendo la investigación para la licenciatura. Cerré un gran círculo que solo entendí, al final, cuando escribí la dedicatoria.

«A Rosalina y Nicolas, quienes —cuando jóvenes migrantes— fueron también estudiantes de la nocturna.»

La tesis completa se puede consultar en el repositorio de la universidad y aquí (debería haber) hay un post sobre la experiencia de hacerla. Una versión más digerible se publicó como artículo en la Revista de la Sociedad de Investigación Educativa Peruana, organización de la que ahora soy parte.

Mi relación con la universidad continuó con el curso de Lenguaje y sociedad que llevan las juventudes de primeros ciclos de Estudios Generales Letras de la PUCP. Aquí debería haber un link para cuando escriba sobre esa aventura.

Mientras estudiaba o dictaba clases, también aprendí sobre el otro lado de la investigación. Al comienzo, participé con transcripciones, revisiones bibliográficas, e incluso fui animándome a dejar comentarios en los márgenes. Recomiendo mucho leer un par de publicaciones en las que participé aquí y aquí.

Luego, en el 2016, me sumé a un proyecto para investigar los usos digitales del quechua, y conocí a humanos extraordinarios como Renata Flores y Liberato Kani (New York Times sobre ambos).

De esta investigación debieron desprenderse un par de artículos (uno sobre construcción de comunidades virtuales y otro sobre educación intercultural bilingüe) en los que chambeamos Virginia Zavala y yo, pero la vida se atravesó.

Virginia ha sido clave.

mano de obra
no calificada

En algún momento creí que estaba condenado a ser docente universitario, pero la curiosidad intelectual y la caja de herramientas que me dio la investigación me salvaron. Y, claro, las jefas que he tenido —Virginia Zavala, Ela Tacza, Techy Nakano, Betty Peña, y Maya Benavides— me han ayudado a remar en el extraño mundo laboral.

De día, he empleado mi joven mano de obra en temas que me interesan. Esto, aunque suena a sentido común, no lo es. No siempre nos dedicamos a lo que nos interesa, o a lo que nos importa. En mi caso, he chambeado en algo así como la intersección entre educación y tecnologías (en la PUCP, en IDAT, y en el MINEDU). Fuera de las oficinas y las pantallas, he hecho investigación de campo en escuelas urbanas y rurales en regiones andinas y amazónicas del Perú. Quizá las mejores rutas que he recorrido en lo que va de mi viaje.

Con todo lo que me entusiasma la educación, he confiado en mi intuición de nuevo y he decidido dejarla un tiempo. Ahora, habito una casa en La Victoria, Lima, en la que veo los proyectos más extraños (y terrenales) que podría imaginar.

Una versión menos narrativa de mi experiencia laboral aquí.

esta sección merece
más cariño

En otros fragmentos de mi tiempo (que intento que no se sigan reduciendo) soy ayudante de ebanistería en el taller de mi papá en Los Olivos, cosecho paltas y duraznos en Ambar (la tierra de mi mamá en la sierra norte de Lima), coordino eternamente la posibilidad de ensayar con mi vieja banda de la edad de piedra, veo un montón de videos en YT, escribo el guión de un corto-documental sobre la migración de mi familia, y construyo un hogar con Melanie, Kidori & Meneito.

 Edito esta bio constantemente. No sé bien por qué, quizá porque estoy vivo.

Kachkaniraqmi.